Según
ha informado el director de Cáritas Madrid, cuya noticia ha aparecido en Kaos
en la Red, el
nivel de miseria que vive nuestro país es comparable al de la España de la posguerra.
A
mí el informe no me sorprende porque existen, salvando las distancias,
paralelismos entre una época y otra. En aquellos años el gobierno estaba
compuesto por los padres y abuelos de los que actualmente se apoltronan en los
sillones del poder ejecutivo actual. Si bien en aquellos tiempos España había
salido recientemente de una cruenta Guerra Civil que acabó con la
II República y trajo tras de sí una larga
dictadura militar fascista, cuyo legado está aún presente en la mayoría de las
instituciones de este país.
La
muerte en la cama del sátrapa en el año 75 nos dejó como herencia otra
Restauración borbónica de la mano de Juan Carlos I; la inmodélica Transición
hacia la democracia fue un proceso emprendido de arriba a abajo, donde la
ultraderecha española se instaló en las instituciones políticas, económicas y
judiciales pactando desde una posición de fuerza con los partidos e
instituciones democráticas entonces en la clandestinidad. Algunos partidos
políticos, como el PCE, claudicaron servilmente en temas tan espinosos como la
ley electoral, el modelo de Estado, la ley del silencio…se instauraba, de esta
manera, un modelo político que favorecía el bipartidismo; sin duda, muy
parecido al acaecido durante la
Restauración borbónica de finales de 1874 donde se alternaban
en el poder conservadores y liberales en un sistema pseudodemocrático caciquil
donde apenas existían diferencias entre ambos partidos. Actualmente en esta II
Restauración en el poder ejecutivo vemos la alternancia entre populares y
socialistas cuyas diferencias programáticas, sobre todo en el ámbito económico,
son nimias.
Desde
las instituciones de poder se ha silenciado el breve período democrático de la
II República, así como las matanzas y la
represión política, económica y social que se produjo durante la Guerra Civil y la posterior
tiranía dirigida por Franco; no olvidemos que el régimen franquista murió
firmando sentencias de muerte. Hasta la fecha nunca se han creado mecanismos
para depurar responsabilidades, honrar la memoria de los republicanos
asesinados por la tiranía fascista, caminar hacia un verdadero proceso
democrático… El poder de la Iglesia Católica
continúa siendo incontestable, a pesar de la aconfesionalidad del Estado que la Constitución
borbónica establece, sigue con un poder económico y político fruto de los “derechos
de conquista”. La Corona,
que nunca ha emitido ningún comunicado condenando el régimen franquista,
tenemos que soportarla porque el “generalísimo” así lo dispuso siendo una
institución obsoleta e inútil que escapa de todo control político, económico, mediático
y social.
El
mínimo Estado Social que se construyó, y que actualmente se está dilapidando a
marchas forzadas, fue fruto de las grandes movilizaciones populares, obreras y
estudiantiles que se produjeron en los años de la Transición, a pesar de
que sindicatos como la CNT
fueron fuertemente perseguidos, diezmados y dinamitados por dentro tras la
infiltración de informadores y policías que temían la reorganización del
sindicato libertario.
Este
déficit democrático y este sometimiento económico, social y judicial de la
población por una élite ultraconservadora de origen franquista y neoliberal
está lastrando y amputando nuestro presente y el devenir de las generaciones
futuras.
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