La espada de Damocles pende sobre nuestras cabezas lista para la ejecución. Los trabajadores de este país viven en un estado de parálisis y de terror producto de un mercado laboral radicalmente flexibilizado, desregularizado y precarizado que está robando nuestro presente e hipotecando y pauperizando nuestro futuro. El trabajador en activo tiene miedo a perder su puesto de trabajo y ser uno más del ejército de desempleados que inunda la geografía hispana; esto le hace ser aún más servil ante la explotación y la violencia que ejerce el empresario sobre él/ella.
Todas
las Reformas Laborales realizadas en España desde los años 80 hasta la del 2011,
con gobiernos del PSOE y PP, han ido de la mano de las tesis neoliberales en
contra de los intereses de los trabajadores y aumentando el poder y la
influencia de los grandes empresarios que han visto así como sus beneficios
económicos y sociales aumentaban mientras que los trabajadores veían disminuir su poder salarial; se acometían auténticos atropellos como el aumento
exponencial de los trabajos precarios y un abaratamiento de los despidos, así
como un aumento de los mismos. La última reforma aprobada este año 2012 ha sido la puntilla
final para que el asalariado no sea más que una mercancía, un objeto en manos del
empresario; con la excusa de este latrocinio económico, político y social
llamada crisis, el Capital ha esclavizado al trabajador. Y si no cómo llamar al
despido libre, a la disminución paulatina de los salarios, al cambio de horario
laboral de forma arbitraria por el empresario, las horas extras que no se
pagan, la individualización de los trabajadores frente al poder atribuido a los
empresarios y un largo etcétera. Esta violencia somete aún más a los
trabajadores convertidos en simples siervos en busca de un salario basura para
poder sobrevivir.
El
trabajador al sentirse aislado, arrollado y atomizado por la barbarie
capitalista siente miedo a la pérdida del trabajo; en un marco laboral y
jurídico donde la desprotección se hace cada vez más evidente ante la fuerza adquirida
por la supremacía empresarial al poder despedir libremente a su voluntad; donde
el ataque institucionalizado ante toda organización sindical dentro del ámbito
de las empresas es una evidencia; la contracción salarial y la precarización de
las prestaciones sociales ha brutalizado el mercado laboral subyugando aún más
a los trabajadores.
En
un contexto de desempleo masivo, de precarización laboral, social y económica,
es decir, de empobrecimiento y humillación de las clases populares urge que los
movimientos sociales, los sindicatos alternativos y las fuerzas políticas
anticapitalistas y, en definitiva, cualquier individuo que huya de la
resignación, el fatalismo y la masacre diaria a la que se ve sometido, aúnan
esfuerzos para luchar y buscar alternativas ante esta involución social
programada por las clases dominantes.
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