Sale el sol en Dhaka y como
cada mañana Chandra se levanta para comenzar su esclavitud laboral por un
salario que da hambre sólo de ver la miseria que le dan por su trabajo diario;
latigazos invisibles en su existencia marcan la pesadumbre de ir a su centro de
vejación por mil horas de extenuante labor. El día que no disfruta, las tardes
sin un respiro y las noches cansadas que ladran que un nuevo día de horror se
levantará; sin poder devorar el aire y la libertad, inexistente, robada en la
oscuridad de una prisión tejiendo vestidos hasta que marque la hora de la
postración final.
Y con previo aviso de un
edificio aquejado de cáncer con metástasis en todos sus órganos se desploma
brutalmente sobre los obreros esclavos que vierten sus vidas mutiladas en esta
fábrica de la infamia que no aguantaba más. Y Chandra se nos ha ido, la han
matado, ha sido asesinada tras ver como un bombardeo de escombros se abalanzaba
sobre su ajado cuerpo. Y como ella una infinidad de personas, más de 1000 almas
que han sido arrojadas al mar del no ser, al vacío de la nada tras ver como sus
vidas se sepultaban en el trabajo extenuante, en la existencia saqueada, en la
humillación de estar enjauladas y maltratadas tras eternas horas fabricando
ropa para las grandes empresas multinacionales del textil; para la gran
avaricia, para la amante de la muerte, para la Bestia de este horror, de
esta sinrazón, de este holocausto, de este capitalismo que nos devora, que mata
a 23 personas diarias de hambre en este mundo mundial.
Y los terroristas que han
matado a estos trabajadores y a los que tienen empleados cuyas condiciones
laborales están a medio camino entre Dachau y Mauthausen siguen libres; con las
manos ensangrentadas, la mente asesina y el bolsillo del banco lleno a raudales
fruto de la destrucción, el hambre y la muerte.
¿Y hay algún español entre
los culpables?
Pues parece ser que hay un
hombre muy respetado, con coche de lujo propio y chalé de propiedad entre los
causantes de la masacre; el empresario tenía en nómina a un buen número de
esclavos en esta fábrica de la muerte.
¿Y pagará con ello trabajos
forzados como mínimo? ¿Se le dará caza metralleta en mano o con helicóptero
“apache” incluido por la muerte de tanto ser humano?
Que
quieres que te diga querubín inocente que vives en el Reino de las Babias. Nada
de eso sucederá y lo contrario también, por supuesto. Ni éste ni las otras
heces sanguinarias que engendró la
Bestia irán a ningún centro de rehabilitación social sin
derecho a ver la luz del sol en siglos. Los grandes empresarios, que son
exhibidos como ejemplo a seguir en todo medio de incomunicación o escuela de
lavado de cerebro y fábrica de siervos que se precie; tienen sus tapaderas o subcontratas en cualquier rincón
del mundo globalizado donde mantienen a ejércitos enteros de esclavos que
trabajan a coste cero y tiempo ilimitado. Y por la muerte en vida de tantas
personas devastadas por estos detentores del poder económico criminal que van acaparando toda la riqueza gracias al exterminio de hombres, mujeres y de nuestra tierra, a la justicia ni se le espera ni aparece. Y
ni estas condiciones execrables de la explotación más abyecta y ni la muerte
masiva por las condiciones deplorables en que trabajan tienen consecuencia
directa en estos bandidos responsables últimos de estas matanzas.
Mira a todos estos
malnacidos que parió la CEOE
que contentos están; después de deslocalizaciones al por mayor, reformas
laborales tendentes a la esclavitud, la destrucción de todo derecho del
trabajador existente su punto de mira y de envidia es Bangladesh, China, Sri
Lanka… ese es el oasis que quieren aquí en las Españas Imperiales. Trabajos
precarios, sueldos de hambre, vidas atomizadas; una auténtica elegía a la
esclavitud y a la muerte.
Tu ausencia, compañera
Chandra, quedará en la impunidad, pero no en el olvido y los hijos que tuviste y no tendrás nunca
jugarán al balón; sólo serán los cautivos que los fabriquen.
Ya es primavera en El Corte
Inglés mientras hileras de muerte, personas esclavizadas, niños con futuros
devastados levantan estos templos de la inmundicia globalizadora del consumismo
capitalista. Y allá a lo lejos vemos un cartel que hace un llamamiento a la
banalidad. ¡Corred! Hijos del consumismo en este mundo de apariencias, luces,
colores, espectáculos y en el acto final las mentes alienadas danzarán al son
que marque la última droga que cualquier gurú hijo de sátrapas nos vierta en
las pantallas de nuestras vidas secuestradas.
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