Pedro
se dirigió a su casa llave en mano sabiendo que era inútil lo que estaba
haciendo, era una pérdida de tiempo caminar hacia un portal donde las puertas
estaban cerradas a cal y canto. Intentó acceder a su domicilio igualmente, todo
era en vano, la cerradura no se lo permitía, se la habían cambiado, era un
número más dentro de una estadística infernal, un desahuciado que se lo habían
robado todo. La desesperación, el miedo, la rabia, el llanto que no acaba, el
nudo en el estómago, el dolor de cabeza que no cesa, la soledad en un mundo
dirigido por mercaderes del saqueo y la esclavitud, el espanto de verse
sumergido en los horrores económicos y sociales. Nada, no tenía nada, le habían
disparado directo a su ser, a sus esperanzas, a sus ilusiones, a sus fuerzas, a
sus luchas. Cogió una soga y la ató a una verja de hierro, en un lugar cerca de
su antiguo piso, y sin más dilación que la búsqueda del descanso final dio por
concluida su vida.
No
sé si fue así pero el caso es que Pedro nos ha dejado, lo han matado; se quedó
sin trabajo, sin familia y sin casa; de allí lo echaron con la violencia atroz
que el Estado amoral y justiciero con los pobres es capaz de acometer con la
saña que le da el poder de la violencia, la gimnasia terrorista contra los
desposeídos, la violación permanente del lenguaje para ver a la víctima como
responsable, culpable, violento.
Y
el genocida, el asesino, el corrupto, el ladrón que deja a más de 13 millones
de personas en la miseria, que deja cada día un rastro de muerte de ciudadanos
que como a Pedro les desuellan el corazón en la más abyecta impunidad. El
aborto de Franco escupiendo bilis y criminalizando a los que luchan, a los que
sobrevivimos porque ya no nos queda nada, porque nos lo han birlado todo y más.
Esa lengua que en su boca no cabe, ese cerebro que maquina crímenes, ese lacayo
de todo Botín que ande suelto; ese Rajoy que se esconde tras esas peinetas,
esas mantillas, esas faldas made in Lacoste de esas aberraciones ultrafascistas
cuyos nombres hay que acordarse; esas Cospedal, Botella, Aguirres y demás
monstruos que las Españas de las JONS han malparido. Viven en sus palacios, con
sus dineros en Suiza, sus desfalcos, su extorsión, su latrocinio, el saqueo que
como el pan nuestro de cada día van arrancando todo los espacios y bienes
públicos que nos pertenecen, violando todo derecho humano que encuentran por su
camino vía decreto-ley. Estos escupitajos de la humanidad que hablan de los
niños y sus almas cándidas desde la
Moraleja a Pedralbes y lo mucho que sufren cuando ven
concentraciones delante de sus casas de los hombres y mujeres que alzan la voz
ante la injusticia repartidas por los padres de estos niños del privilegio;
vuestros padres, los esbirros de la mafia. ¡Mujeres cínicas, execrables!; os
vais a morir si mordéis vuestra lengua viperina, ¡que decís!, ¡de qué habláis!,
cuando estáis destrozando la vida de millones de niños del pueblo, los
condenáis a la pobreza, a la desigualdad, a la muerte. Vosotras no sabéis que
es pasar hambre, que es que te echen de tu casa a golpes dejándote en la calle
junto a tus hijos, que es levantarte cada día e ir a trabajar a un centro
explotador y alienante que te consume las mejores horas de tu vida, que es no
llegar a fin de mes… Vosotras y vosotros no sois más que la mano asesina, los
títeres genocidas, los terroristas de estado, los ladrones que todo mafioso
banquero y empresario de la CEOE
necesita, auténticos mamporreros y látigos contra los trabajadores.
Descansa
en paz Pedro porque estos te han matado y resiste y lucha Antonio, te echaron a
patadas de tu casa, te intentaron matar y te siguen robando.
Ante
el holocausto caníbal que estas hordas de la barbarie nos están imponiendo sólo
nos queda levantarnos cada día resistir y luchar.
Y
donde vas vómito, maldito retardado y aborto de esta España borbónica que
agoniza. Con tu grotesca quijada que amenaza en quebrar tu cara en mil
pedazos; qué haces tú excremento de Franco en el Vaticano, ano, ano, ano; has
pedido audiencia al Papa para que te conceda las mil bendiciones y te asesore
en el pasaje bíblico del “dejad que los niños se acerquen a mí…” que de eso la
Santa Sede es experta. Y el genocida con sus
acólitos y sus falanges se santigua para proseguir la lucha diaria por lapidarnos y que sus
burlas y sus canalladas y sus risas sean santificadas en su viaje con sus
secuaces que como sanguijuelas hambrientas van sacándonos la sangre con prisa y
sin pausa.
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