El Lince Rojo

EL LINCE SOLITARIO RECORRE SU HÁBITAT LIBRE COMO EL VIENTO SIN OBEDIENCIAS, SERVIDUMBRES NI ADULACIONES.

miércoles, 3 de enero de 2018

2018 ¿Más de lo mismo?

El 2018 amaneció como oscureció el finiquitado y letal 2017. Un año que ha traído más precariedad laboral, esclavitud para muchos y la nada que llevarse a fin de mes para otros. El gobierno del partido corrupto y criminal del Estado anunciando que salimos de la crisis gracias a la recuperación económica, es decir, a la buena salud macroeconómica y a la mala salud y enfermedad crónica para el conjunto de la sociedad currante. Comunismo invertido triunfante. Los beneficios se reparten entre los poderosos y los demás a pagar y a ser esquilmados como obedientes ovejitas. Más de trece millones de españoles que mirarán su hambre, su oscuridad, su angustia con un grito sordo de silencio por culpa de las políticas ultraliberales del gobierno de esta nación y de sus taifas siempre al servicio de sus amos los capitalistas. Los bienes públicos mercantilizados para la euforia colectiva del empresariado corrupto en connivencia con los poderes impúdicos y políticos de este país.
Y aquí en tierras catalanas seguirá la matraca independentista; el odio de muchos contra el odio de otros tantos; las subvenciones identitarias de tantos contra el silencio de otros; seguirá el negocio del procés que da muchos dividendos y muchos salarios a tantos patriotas; una república capitalista virtual y de cartón piedra del que unos pocos viven mientras otro millón largo de catalanes malvive en la exclusión social. Un parlamento con las dos fuerzas ganadoras de la derecha neoliberal. Pero ¿acaso existe la izquierda en éste o en cualquier otro parlamento?.
Los humanos deberíamos proteger a los colectivos más pobres, viejos y débiles de la sociedad para evitar que caigan en las garras de los depredadores sin poder hacer frente al pago de sus hipotecas o a los recibos de electricidad que calientan sus hogares en invierno. A los que apenas sobreviven con sueldos tercermundistas en una sociedad con precios del primer mundo. A los sin trabajo, a los que recogen comida en los bancos solidarios de alimentos, a los que caen en la indigencia y duermen en la calle. A los refugiados políticos que huyen de la represión y de las guerras que azotan sus países, a los emigrantes que buscan un futuro mejor para ellos y sus familias y mueren ahogados en las playas del mismo mar Mediterráneo donde nos bañamos en vacaciones. La solidaridad, ya sea entre clases sociales, entre comunidades o entre países, está languideciendo. Se ha perdido el glamour de ser solidario. Solo hace falta fijarse en la distribución de la renta en nuestra sociedad, dominada por un capitalismo cada vez más liberal y por nacionalismos excluyentes. La radicalidad nos hace más débiles, como país, como sociedad y como personas. Somos testigos de una guerra entre banderas, esteladas contra nacionales, pero ninguna roja. La bandera roja aportaba años atrás valores de solidaridad, internacionalismo proletario, reivindicaciones sociales, honestidad. Esos valores se han diluido y han sido arrasados, sustituidos por “los otros nos roban”, “somos más inteligentes que ellos”, “nosotros somos demócratas, ellos son fascistas”, como si la inteligencia o el ser demócrata pudieran repartirse per cápita entre millones de personas de un mismo bloque por igual. Las espadas siguen en alto, la lucha continúa y así la sociedad no puede progresar. Aprendamos algo de los lobos.”
Luis Campo Vidal.

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