Cada
vez se trabaja más y con salarios más bajos o, simplemente, el
mercado laboral no compra ya determinadas manos que agonizan en el
desempleo. En este país masacrado por la corrupción seis millones
de trabajadores cobran menos de 700 euros al mes y ocho millones no
llegan a la meta del paraíso infernal de los mil euros. Como dice un
tal Rajoy; el capo de la mafia, el capataz de la finca hispana, el
administrador de los bienes de los privilegiados de esta España
amordazada por el capitalismo salvaje, y perdón por la redundancia,
estamos saliendo por milésima vez de la crisis de las que ellos,
estafadores institucionalizados, nunca entraron. Los amos de esta
gentuza; malversadores y explotadores a partes iguales o más; esos
grandes empresarios que han visto aumentar sus beneficios económicos el
año pasado y el anterior mientras su mercancía humana perdía poder
adquisitivo. Y aunque tengas un trabajo esclavo a tiempo completo o
parcial de duración a conveniencia del señor del calabozo no te
asegura que puedas pagarte el piso, la luz o la comida. Casi un 30%
de la población española o lo que es lo mismo y es igual más de
trece millones de almas errantes viven en la angustia de sufrir la
exclusión social en la barbarie en la que malvivimos.
La
ingeniería social, económica y política que lleva a cabo el poder
está claro; la meta es el modelo chino o bangladesí. Tener amplios
sectores de la población trabajadora esclavizadas en empleos
precarios, infernales con sueldos de mierda y con una siniestralidad
laboral alta. Mercancía de usar y tirar el sueño cumplido de la
trama criminal política y empresarial evasora de impuestos y
depredadora de todo bien común habido y por haber.
Sin
el fin del trabajo asalariado con la emancipación de las clases
precarizadas, de las capas populares no hay alternativa posible. Sin
la socialización de los medios de producción no hay esperanza;
mientras siga en manos de las clases opresoras sólo podremos vender
nuestras manos y si el enemigo, el explotador, el capital no te la
compra el abismo es el destino; y hoy por hoy aún malvendiendo tu
fuerza de trabajo la miseria sigue siendo el plato frío que se sirve
en nuestras mesas.
Ay, Ángel, eso te pasa por no haberte metido a guardia civil, o a cura, o a agente inmobiliario, o a banquero... Has desperdiciado tu talento y ahora no tienes ni medalla, ni báculo, ni pisos, ni dinero... ¡Igual que yo, por cierto!
ResponderEliminarSalud!
Debe ser eso ;)
ResponderEliminarSalud!
¿Y de quien es a culpa?
ResponderEliminarPorque yo he rechazado trabajos que otros con más recursos que yo se han quedado, ese es el problema, que queremos "ser ricos" y se aprovechan de nuestra ingenuidad y nuestra ambición.
Algo más, sobre lo que mencionas, la solución no es terminar con el trabajo asalariado, hay que terminar con el trabajo, con la sociedad, tomar el ejemplo de las pequeñas comunidades rurales o indígenas que colaboran y suman esfuerzos, pero no trabajan para producir ni intercambiar, no tienen excedentes, solo subsisten ¡Y bastante bien y felices!
Salud! (y viva Diógenes)
Estoy de acuerdo contigo; pero un primer paso que sería revolucionario es acabar con el trabajo asalariado y con todo tipo de explotación y jerarquización. Ir hacia una ruralización de la vida y tomar el ejemplo de las pequeñas comunidades indígenas es un espejo en el que hay mirar y aprender y, evidentemente, de los cínicos griegos; los grandes olvidados en todo plan de enseñanza doctrinario porque contienen ideas muy peligrosas no vaya a ser que a la gente le de por pensar.
EliminarSalud!