Unas
nubes negras recorren los cielos de esta España secuestrada por las jaurías
asesinas de yugos, flechas, cruces y Dioses justicieros amantes de santas
cruzadas y robos y ataques indiscriminados a los bolsillos, las mentes y el estómago
de este pueblo ajado, mancillado, expoliado hasta el hambre. Volvemos a épocas
de posguerra, a los años 50, a
la edad de oro del genocidio del pequeño mongoloide exterminador, el Caudillo de
la España de
curas, terratenientes, militares y la alta burguesía. La desnutrición infantil
ya afecta a dos de cada cinco niños españoles, a un 28% de nuestros menores. Les
han vaciado los estómagos; estos parásitos se lucran, se ceban con la mala
vida, la exclusión, las infancias robadas, el hambre, la desesperación, el
llanto de los niños. Una vuelta a tiempos pasados; y no nos engañemos la
exclusión social, el azote que sufren los más pequeños es estructural, siempre
ha estado allí, latente, una orgía maquiavélica de este sistema aterrador,
cruel, mortífero pero siempre escondido, no interesaba, no se hablaba, no salía
en sus medios de manipulación masiva, simplemente no existía, no existe. Pero
¡zas! La estafa y la condena a la miseria, al maltrato en esta España de los
Auschwitz hace que empeore la situación económica, social de millones de
personas en este mercantilizado país; y con ellos los infantes condenándolos a
los infiernos, privándoles del pan, de la necesidad básica de comer.
Un
país de señoritos, de caciques, de banqueros, de mafiosos, de especuladores, de
una minoría que extorsiona, evade, esclaviza al pueblo para seguir con esta
sangría impunemente.
Tantas
familias expulsadas de este edén de compra y venta de voluntades y posesiones,
de este negocio de bienes públicos que es de todos; la tierra, el agua, el aire
robado a mano armada.
Me
han pegado un tiro. No me he dado cuenta. Me desangro, me muero. El suelo donde
piso ya no es mío, no es de nadie, no es nuestro; lo es, pero nos lo han quitado;
ese disparo con nocturnidad y alevosía, mientras dormía, un sueño largo y
profundo producto de los narcóticos donde todo era una alucinación de mentiras
mil veces repetidas; y al despertarme el tiro, sin darme cuenta, me ha dejado
en estado de coma, desubicado. Alargo el brazo e intento alcanzar esa tierra
para cultivar, para alimentarme. ¡Detente! Ese pedazo de cielo en el suelo
aprisionado está por los señores feudales de siempre, por el látigo de la
ladilla que vive de tu sangre protegido por el poder que detenta y te oprime
hasta el ahogo.
Y
mira, fíjate bien, no apartes la vista aunque ciego te quedes de ver tanta
inmoralidad, tanta ausencia de inteligencia, tanto alarde al cinismo, a la
hipocresía, a la rapiña, a esta marabunta de indecentes, de violadores de la
belleza, a esta ruindad, a este canto a la deficiencia mental. Se aproximan
estos rateros gobernantes, los sicarios del poder, los lameculos, fregasuelos,
gargantas profundas de la
Merkel y los bancos de aquí y de allá, los patriotas de millones
en Suiza. Aquí está, ya no está, me lo llevo, te lo quito y tan campante.
Los
defensores de los embriones, de la familia; claro está la del Opus, la
megachupiguay que yate tengo, que chalé me he comprado que poseo sirvientes y
todo, cena en Milán o donde se tercie esta noche y mañana también y piscina con
jacuzzi incorporado. La mujer, la familia sea esta como sea, los niños se les
trae al pairo; los currantes a arar las parcelas de la aristocracia y a sangrar
por las esquinas cuando ya no sirvan en este mundo de odas al consumo, a la
competitividad, a la injusticia social, a la propiedad privada que no es más
que la legalización de un robo, a la tiranía para la mayoría y la democracia
para los mercaderes, los ladrones de nuestras almas y conciencias.
Cerca
de tres millones de niños sacrificados por esta casta política de bandidos, por
esta Europa dominada por el IV Reich alemán, por este pago de una deuda
ilegítima, criminal; por esta venta al capital parasitario, genocida con
reformas laborales antiobreras que nos conducen a la miseria salarial y a la
explotación que bien y que contentos están ganan la batalla y precarios todos y
otros muertos por salidas taponadas, desahuciados de sus moradas, angustiados
por ese salario que no llega, por esa venta de carne humana hoy me quedo afuera,
soy un nómada deambulando por los infiernos que designa la Bestia, la religión
impuesta, la cruzada capitalista neoliberal.
El
niño que desfallece en el colegio, el pequeño que rebusca en la papelera del
patio para ver si hay restos de algún pedazo de bocadillo olvidado, todo real
como la vida misma; padres, madres bombardeados, masacrados por esta voracidad
criminal impuesta por las mafias que detentan las batutas del poder.
La
infamia recorre todos los rincones de esta España estrangulada por los esbirros
de la Inquisición
renacida, los saboteadores de la inteligencia, la lacra mafiosa de sobres y
viajes a Disneyland con coches de lujo para sus queridos niños que el pueblo
esquilmado paga.
El
horror que nos sacude, que padecemos, el hambre impuesto por el pan robado, la
vuelta y lo que nunca se fue, lo que se dejó atado y bien atado y agarrado
está. La vagina nuclear de esta Transición de régimen bourbónico que expulsó a
estos abortos amantes del expolio, siervos del especulador, hijos del que hay
de lo mío y de la comisión y del sobre que en las Islas Seychelles hay un
rincón de mi patria dorada.
Mamá,
mamá que es lo que hay de comer hoy. Hambre hijo eso es lo que comeremos hoy
como ayer…
-“En
mi hambre mando yo”… le espetó un anarquista, campesino andaluz, a un señorito
en los años 30 que le quería doblegar a su santa voluntad bajo amenazas y
coacciones.
¡Qué
horror!, cuanta estulticia envuelta en ridículas risas de paternalismos consejos
de hijos de la delincuencia institucionalizada. Cuanto disparo al corazón al
ver como la lenta agonía se ha convertido en ordalía de norma y ley nacional.
Cuantas almas hambrientas, asesinadas en la sinrazón y la crueldad de las
hordas bárbaras de hambre insaciable. Cuantas infancias robadas, vidas destruidas,
espíritus apaleados. Dos de cada cinco niños maltratados en esta involución que
nuestros ojos llorados malviven al verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario