Imagínense
una familia tradicional de cuatro miembros, los dos cónyuges con sus dos hijos.
Y ahora supongámonos que uno, la mujer por ejemplo, se queda sin trabajo y al
poco tiempo se queda el marido porque ha sido víctima de un ERE; con todo lo
que ello supone. Después de reordenar sus vidas; se introducen de nuevo en la
sinrazón que supone la búsqueda de un empleo como quien va a mendigar para ver
dónde les explotan y los humillan, porque claro tienen que comer, pagar el piso
y la comida día tras día. Llegados a este punto debemos suponer que al final
uno de los dos o los dos encuentran un empleo; y como actualmente el trabajador
es un ser casi sin derechos laborales que se le puede extraer hasta la última
gota de sudor con toda impunidad, el “trabajo” que encuentran les supone una
jornada con unos horarios totalmente incompatibles con la vida familiar,
totalmente supeditado/a a la voluntad del empleador, con horas extras que no se
pagan, es decir, sometidos a un expolio, un servilismo y una degradación de sus
vidas y su dignidad constante.
En
este estado de cosas han de vivir o sobrevivir una gran mayoría de la población
de este país. No sé hasta cuándo se soportará esta vejación social, esta burla,
esta indignidad sin decir ¡Basta!; hasta cuándo se doblará el espinazo, hasta
qué siglo estamos dispuestos a retroceder; y no vale con el cambio de cromos
dentro de la partitocracia, alma siniestra de este capitalismo amoral,
tiránico, asesino. En la lucha y el inconformismo de cada uno de nosotros está
salirnos del rebaño y plantar cara, porque el aguantar, el ser súbditos de esta
podredumbre sólo nos lleva a la condena, a la obscenidad y a la vileza más ruin
de una vida esclava.
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