Yo
nunca he sido de venerar banderas, patrias, actos folklóricos y otras
cuestiones simbólicas. No voy a negar que si toda reivindicación nacional va
aparejada a una lucha por los derechos sociales de la población, hoy totalmente
desmantelados, para llevar a cabo una revolución social que cambie radicalmente
las estructuras de poder y los de abajo seamos los que impongamos las políticas
a seguir, allí me encontrarán. Por eso no fui a la manifestación realizada el
11S en Barcelona. Toda esa marea de banderas “estelades”, uniformes, cuya voz
en grito era por una Catalunya independiente sin, salvo nimias excepciones, un
combate por una transformación social que fuera en paralelo a dicha
reivindicación nacional me pareció un dislate.
¿Qué
había de izquierdas en todo esto? No presencié banderas republicanas, ni rojas,
no vi alusiones, ni recordatorios por pequeños que fueran sobre el 11S chileno
por el golpe de estado y la muerte del presidente socialista Salvador
Allende. Nada que pudiera molestar al poder capitalista, neoliberal y criminal
en lo social gestionado por los inquilinos de la Generalitat.
Nada
de eso presencié, nada de eso me interesa y, menos aún, cuando no se cuestiona
la trama corrupta y el orden ultraliberal y servil de la oligarquía catalana que gobierna
y maneja el poder económico, político y social de este país que está lapidando
y empobreciendo a las clases populares catalanas con la connivencia del poder
mediático de masas al servicio y controlado por el mismo poder burgués. La
deriva nos lleva hacia una especie de Catalunya Qatar Foundation o Catalunya
World SA… qué tristeza.
Y
mientras sueño con una Catalunya roja, obrera, campesina, antipatriarcal,
anticapitalista, ecologista, decrecentista… por la III República española federal
y socialista; por eso vale la pena luchar y movilizarse, por un mundo más
humano.
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