La
situación de hecatombe política, social y económica que vive España nos tendría
que llevar hacia un nuevo y verdadero camino hacia la democracia. Y este proceso no podría ser de otra manera que auténticamente revolucionario.
La
corrupción generalizada e institucionalizada que viven todos los estamentos de
poder ha erosionado irremediablemente la democracia y ha derivado en una
cleptocracia caciquil que nos retrotrae a etapas anteriores de nuestra historia
como la época de la
Restauración borbónica de finales del siglo XIX y primer
tercio del XX; efectivamente, aquí seguimos caminando y soportando la Corona borbónica y toda la
morralla franquista enquistada en el poder económico, judicial y político fruto
de una transición dirigida desde arriba que nos llevó a una democracia de baja
intensidad y altamente deficitaria que nos ha conducido a estos lodos.
El
saqueo económico, laboral y social que está empobreciendo y esclavizando a las
clases trabajadoras de nuestro país, engrandando cada vez más las desigualdades
tiene sus orígenes mucho antes de la crisis-estafa que estamos padeciendo.
Una
ley electoral que beneficia a los dos grandes partidos que se han ido
alternando en el poder, con un PSOE claramente escorado a la derecha
posicionándose con los postulados neoliberales dinamitando las libertades, la
justicia y la democracia en el sentido mayúsculo de la palabra.
Las
privatizaciones generalizadas y de sectores puntales para la vida y el
desarrollo de este país, un poder ilimitado, desenfrenado y sin cortapisas a la
banca, a los grandes empresarios y al gran capital en general favoreciendo
procesos especulativos que han lapidado el tejido productivo español; los
mismos que controlan todos los medios de comunicación de este país con lo que
el poder de manipulación es casi total.
Y
ahora la última vuelta de tuerca vendiendo hasta el último rincón del país,
privatizando y socavando la sanidad y la educación a favor de intereses
empresariales privados y al pago de una deuda ilegítima y antisocial que
esclavizan a la sociedad española por generaciones.
Por
no hablar de la Reforma Laboral
que es la guinda del pastel a un proceso larvado desde la etapa de Felipe
González, donde han habido desde entonces 50 reformas todas ellas encaminadas a
flexibilizar el mercado de trabajo que ha llevado a un mayor índice de
precarización, inestabilidad y servilismo de los trabajadores con todas las
consecuencias negativas que ello comporta. Y esta última perpetrada por el PP
ya pone en bandeja el despido libre y la precarización más absoluta de todos
los trabajadores de nuestro país.
Y
como los cangrejos caminamos hacia atrás, hallándonos ya en el siglo XIX, donde
la miseria, la explotación y la exclusión están haciendo mella inexorablemente
en nuestra sociedad encaminándonos hacia un Estado de beneficencia.
La
salida está en proyectos anticapitalistas, de redistribución radical de los
recursos y la riqueza, democracia participativa, reparto del trabajo, lucha
antipatriarcal, modelos que respeten los límites que la naturaleza imponen,
decrecentistas. Que la economía esté al servicio de las personas y no al revés,
que haya justicia social, separación ahora y ya de Iglesia- Estado… En fin una
verdadera revolución social, política y cultural; porque se puede postergar o
engañar a la gente poniendo parches al sistema, pero la única solución viable y
humana se encuentra fuera del capitalismo y eso sólo depende de nosotros
mismos.
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