Arrancando
los corazones rotos de cuajo en esta España carcelaria y mortífera con los de
abajo; así actúa sin compasión con sus habitantes, matando a dos personas en Málaga; iban a ser desahuciados de sus domicilios sin ninguna razón. Estafados,
acorralados, devorados, aniquilados, violados por los bancos, por las personas
que manejan el bodrio social y económico que nos han impuesto para convertir
nuestra vida en el mejor de los infiernos mientras ellos construyen sus paraísos
con la sangre del obrero desfallecido, del parado, del niño hambriento, del
colegio masacrado, del hospital privatizado, de la pensión mutilada, de la
felicidad robada. Cuántas vidas arrojadas a la miseria por la macabra mierda
cotidiana que malvivimos, cuántos funerales por muertes cuyo brazo ejecutor es
el propio gobierno, el presente que nos parió violado impunemente por las
hordas sanguinarias que saquean nuestras almas.
Un
hombre y una mujer han puesto fin a su vida porque así lo mandó este infierno
llamado capitalismo que padecemos; da igual el lugar, la fecha porque
desgraciadamente no serán los últimos. Los gestores de estas muertes, cómplices
de estas vidas finiquitadas por la brutalidad, la sinrazón y la tiranía de unas
instituciones serviles con los mafiosos, con los criminales, con los ladrones
que han secuestrado nuestras libertades para ponerlas en venta y al servicio de
los especuladores, mercaderes, grandes empresarios y demás bestias que
alimentan a su gran Dios el Capital.
¿Acaso
el presidente del estado, los presidentes autonómicos, concejales, ministros...
y demás miembros de esta dictadura económica han movido un dedo para evitarlo?
Nada de nada, todos culpables; apoltronados en sus sillones, administrando el
saqueo, mimando los intereses de los de arriba y, por supuesto, los suyos, los
del partido de turno. Una dejación total y absoluta a la hora de velar por los
intereses de la mayoría y un enaltecimiento, una ignominia nauseabunda cuando
platican, se venden, se sumergen, se mutan con los poderosos, sus verdaderos
amos, sus clientes, sus padrinos, sus verdaderos capos.
Justicia
popular, revolución poética, rebelión cívica sería marchar los seis millones de
parados, los millones de trabajadores explotados con sueldos de hambre, los
pensionistas con pensiones infumables, los excluidos, los sin justicia, sin
educación, sin sanidad, sin futuro porque nos están robando todo. Una gran
marcha con antorchas y desahuciar a los Reyes, a los botines, a los rajoy, a
los rubalcaba, a los mas y tantos y tantos otros defraudadores, especuladores,
banqueros… aporrearles, brutalizarlos, amedrentarlos, hacer que se suiciden,
quitarles su hogar, su pensión, su medicina privada, su educación de pago… ¿A
qué esperamos? Somos legión pero vivimos en el temor de esta cárcel de alta
seguridad llamada España.
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