Toda
persona, colectivo, organización que lucha contra el sistema económico, social,
ideológico y cultural que padecemos es tildado de “extremista”; en él se mueven
desde libertarios, comunistas, socialistas que les une el ansia por construir
un mundo que se desvincule de esta marcha rápida y macabra hacia la
autodestrucción.
La
seudoizquierda que se confunde con la derecha ultraliberal que está asentada en
el poder es la decente, la moderada, la que actúa de acuerdo con la realidad
vigente, la responsable, la que administra el capitalismo, la que se sienta,
habla y sirve los intereses de los privilegiados, es decir, lo mismo que hace
la derecha.
Y
aquí está el meollo de la cuestión, porque ahí es donde se asienta el poder y el
control de la violencia, de la información, del pensamiento, de la economía, de
la cultura.
Estamos
viviendo, viajando por un mundo y por un estado de cosas donde la agresión,
los golpes y la tiranía nos atiza cada vez más fuerte. ¿Dónde está entonces el
extremismo?
Yo
veo extremismo cuando a mi alrededor hay personas que viven en las calles,
pidiendo porque no tienen nada que llevarse a la boca; les han mutilado su
dignidad.
Yo
veo extremismo cuando se desahucian de sus casas a más de 500 familias diarias
en nuestro país, donde hay más de cinco millones de viviendas vacías. La
injusticia, la policía y todos los verdugos que el Estado envía con toda su
artillería disponible para arrojar a la intemperie a las personas, no hay otra
forma de llamarlo que robo, estafa, crimen. La desesperanza que no vemos, el
dolor y la rabia contenida de estas víctimas que en muchos casos han acabado
muertas porque así lo ha dispuesto un sistema, un gobierno ladrón y asesino; es un crimen que el poder culpable oculta.
Yo
veo extremismo el haber aprobado reformas laborales que legalizan el despido
libre, que convierten al trabajador en una simple mercancía, donde los sueldos
cada día son más bajos y las horas de trabajo más largas; que de la explotación
al esclavismo cada vez el camino es más corto.
Yo
veo extremismo cuando en un país hay un ejército de desempleados que llega ya a
los seis millones de personas.
Yo
veo extremismo cuando se detiene, se tortura, se apalea, se mutila a hombres,
mujeres, niños que se manifiestan, se rebelan, dicen ¡BASTA! contra la barbarie
social y económica que estamos malviviendo.
Yo
veo extremismo cuando se regala a bancos dinero público por valor de 215.000
millones de euros desde que comenzó esta matanza social. A cada niño, a cada
desheredado, a cada desahuciado, a cada pensionista… a todos nos han robado más
de 1800 euros por cabeza para dárselo a los Rato, Botín, Fainé, González,
Goirigolzarri y demás buitres y comadrejas que se nutren de la sangre de los de
abajo.
Yo
veo extremismo cuando las cárceles están llenas de pobres y vacías de
especuladores, ladrones de guante blanco y demás asesinos y criminales de
estado.
Yo
veo extremismo cuando uno de cada cinco españoles está por debajo del umbral de
la pobreza; un total de 11,5 millones de personas está en riesgo de exclusión
social; de los cuales más de 2,2 millones son niños.
Yo
veo extremismo cuando se privatiza la salud, la educación, y en definitiva, se
mercantiliza todo el paupérrimo Estado social existente para expoliar más y
mejor a las clases trabajadoras. Sumergiéndonos hacia las catacumbas de la
miseria y el servilismo más abyecto. Nos quieren muertos, sin cerebro y
esclavos para seguir con su existencia feliz, opulenta, llenos de todo a costa
de la destrucción de casi todos nosotros.
Y
más que extremismo veo exterminio cuando en el mundo mueren más de 80.000
personas de hambre cada día.
Extrema
derecha es lo que padecemos día tras día vertiendo toda la violencia que el
Estado pueda ofrecer para someternos a la barbarie cotidiana.
¡Luchemos
contra el oprobio! Nos desean desfallecidos, sin pensamiento, desunidos y
hambrientos. No hay mazmorras suficientes para tanta sanguijuela de este sistema
asesino, ni hay años en el calendario que cubran el tiempo que toda esta manada
homicida merece cumplir bajo la oscuridad de las noches eternas.
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