Hace
unos días dos hombres de mediana edad se prendieron fuego ante la desesperación
de ver que su situación económica y social se encontraba en un jaque mate sin
remedio. Sucedió en Málaga, pero podría haber sido cualquier punto de la
geografía hispana. No sé cual es el límite para que tu cuerpo diga basta, para
que tu resistencia se acabe, para poner punto final a tu castigada vida. El
hecho de quedarte sin trabajo, a un paso de que los piratas bancarios te quiten
tu techo, cuando el alimento depende de tus redes familiares o de tu búsqueda
por containers de la sinrazón del mundo en que vivimos; mil razones y todas
viajan a un mismo destino; un sistema voraz, hambriento y criminal con los de
abajo, con los desposeídos, con los desheredados, con los explotados, con todos
nosotros que somos la carne y el pescado de las clases hegemónicas que viven,
se enriquecen y se engordan gracias al tuétano de nuestros huesos.
Se
inmolaron y fallecieron, y sin embargo, este asesinato ha pasado casi de
puntillas por los medios de intoxicación masiva de este país. Estas muertes
como la de tantos otros ciudadanos que por causa de la crisis-estafa que
estamos padeciendo están siendo arrojados a las alcantarillas del sistema y,
que en muchas ocasiones, terminan suicidándose cuando ven que la única salida
es el camino hacia el fin de la existencia misma; no es más que una derrota de
todos nosotros porque a pesar de las luchas sociales por revertir la situación,
por parar la barbarie a la que estamos siendo sometidos, resultan insuficientes
porque no son lo suficientemente mayoritarias.
¿Por
qué no hemos salido los millones y millones de personas que pauperizados todos
estamos con la pistola en la sien esperando que el terror del fogonazo no nos
alcance la sien?
¿Por
qué seguimos en nuestras cárceles negras esperando que la ola de la muerte y la
destrucción no nos quite de en medio?
¿Por
qué no salimos y soltamos nuestras cadenas, nuestros miedos mentales, nuestras
resignaciones mortales?
Desollados
andamos siendo, como somos, el país de la
UE con mayores desigualdades sociales, con mayor precariedad
laboral, con un desempleo infame, atroz y con unas condiciones laborales y
sociales propias del siglo XIX, camino del esclavismo posmoderno del siglo XXI.
En
este país masacrado por unas instituciones políticas, económicas y judiciales
corruptas, antidemocráticas, en decadencia, dependientes y en manos de las
clases privilegiadas cualquier lucha, por mínima que sea, por revertir y enterrar
la hegemonía capitalista neoliberal que nos condena a la humillación y al
servilismo diario bienvenida sea.
Lo
esencial sería ante la brutalidad a la que estamos subyugados acumular armas
para combatir a los que detentan el control de la violencia, de la política, de
la información, de la economía… y que nos quieren romper definitivamente el
espinazo para que besemos mejor el suelo.
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